Bescós es
uno de los pueblos situados en el interior del valle de La Garcipollera. Fue
deshabitado en la década de los sesenta del pasado siglo XX como consecuencia
de la construcción del embalse de Yesa. El motivo de su abandono fue la
adquisición de la totalidad de sus tierras para la repoblación forestal, para,
de esta manera, evitar la colmatación del vaso del embalse antes citado. Otros
pueblos del valle como: Acín, Larrosa o Yosa, corrieron la misma suerte.
Se trata de uno de los pueblos más importantes del valle, de hecho, fue la capital del Vallis Cepollaria (Valle de las Cebollas) durante la Edad Media. Su primera cita documental data del año 1040. Durante el pasado siglo XX llegó a abrir una treintena de casas. Algunos de sus nombres eran: Perico, Lasala, Diz, Bernardo, Cajal, Granada o Cañardo. Mantuvo censos superiores a los 200 habitantes (253 en el año 1900 o 208 en 1920), por ejemplo.
Hace algunos años se construyó un centro reproductor experimental de ganado, propiedad del COMENA. Sus instalaciones se encuentran integradas entre las ruinas de las casas de la parte antigua del pueblo.
Actualmente Bescós se encuentra devastado, casi desaparecido. Destacan las ruinas (casi escombros) de la iglesia parroquial de San Miguel. Es una construcción de origen románico, muy desfigurada por las reformas posteriores y sobre todo por la ruina generalizada. La verdad es que, cuesta reconocerla. La torre de la iglesia se desplomó sobre la nave una fría noche de invierno del año 2003.
Al otro lado del río Ijuez, casi oculta en un denso bosque de pino de repoblación, se localizan las ruinas de la ermita de San Bartolomé (s. XVII-XVIII). Es un edificio de nave única y planta rectangular, con cabecera de testero recto que todavía conserva la losa del altar. Debió de cubrirse con bóveda de medio cañón, de la que no quedan ni los arranques. Se construyó con aparejo de mampostería y algo de sillarejo.
Otro edificio antaño importante, era la escuela. Se sitúa cerca del barranco de Vadiello y de las casas del barrio bajo. Fue restaurada hace algunos años, siendo uno de los pocos edificios del núcleo que actualmente presenta buen aspecto. Se alzó sobre un zócalo de piedra, tiene planta rectangular y grandes ventanales. Tras su restauración, se cubrió con teja árabe a cuatro aguas.
Finalizamos con las fiestas, que se celebraban para San Bartolomé, el día 24 de agosto. Otro día importante era la romería a la ermita de la Virgen de Iguacel, que se realizaba el segundo domingo de julio.
Fotografía 2; Ruinas de la iglesia de San Miguel (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Ermita de San Bartolomé (Cristian Laglera)