El punto de partida esta vez es el valle del Isábena,
en Ribagorza, y nuestro destino Raluy. Se trata de un pueblo documentado desde
el año 930. Raluy fue un lugar estratégicamente muy importante para el Condado
de Ribagorza y el monasterio de Obarra frente a tierras musulmanas.
Sabemos que
fue arrasado por los sarracenos en el año 1006 y que el abab Galindo y los
monjes de Obarra se interesaron por el pueblo. Poco después el pueblo fue
reconstruido y la
iglesia restaurada, que fue consagrada con toda solemnidad en noviembre del año
1007 por el obispo Aimerico.
A
Raluy se accede por una pista de firme pedregoso que parte de la carretera de
Visalibons. A los cuatrocientos metros una valla cierra el paso. Hay que
continuar a pie y tras algo más de tres kilómetros de fuerte desnivel
llegaremos a las ruinas del pueblo.
Tenemos datos de mediados del siglo XIX en los que
Raluy aparece citado con siete fuegos. Casas que aumentaron en las primeras
décadas del s. XX hasta un total de nueve.
Sus nombres eran: Betrá,
Lo Bigo, Carduna, Casalé, Castellano, La Era, Parache, Piñasa y casa la Abadía.
Su máximo nomenclátor del pasado siglo fueron 57 habitantes -año 1910-. Posteriormente
todo el término de Raluy fue utilizado para la replantación de pino.
Actualmente el núcleo se encuentra devastado y
conquistado por la vegetación. Cuesta imaginar que hace menos de un siglo sus
calles estaban llenas de vida. También cuesta reconocer el trazado de sus
calles y sus edificaciones, salvo la fachada de alguna vivienda que mira hacia
la pista de acceso.
Su iglesia parroquial estaba dedicada a San Clemente.
Se trata de un edificio alzado siguiendo pautas románicas, muy transformado en
siglos posteriores. Tiene una peculiar nave estrecha muy alargada, antiguamente
también tenía una espadaña que fue eliminada cuando se le adosó la torre
campanario. Tras dura pelea con las zarzas pudimos llegar hasta su ábside, que
evidentemente es semicircular y está orientado al sol naciente, tal y como
mandan los cánones románicos.
Raluy contaba con dos ermitas, ambas arruinadas y
situadas en las inmediaciones. Estaban dedicadas a San Marcial y a San Vicente.
La ermita de San Vicente es de estilo románico, de
mediados del siglo XII. Consta de una nave de planta rectangular y cabecera
semicircular orientada al este. Actualmente solo conserva en pie su muro sur, parte
del oeste y la cabecera. Lo más destacado es la pequeña hornacina que centra el
ábside con acabado en arquillo de medio punto monolítico.
La ermita de San Marcial es bastante más moderna;
estimamos que no puede llevarse más allá del siglo XVIII. Se oculta es un espeso bosque de pino al norte de
Raluy. Se trata de una salita casi cuadrangular cubierta con bóveda de cañón
edificada con aparejo de sillarejo de calibre muy desigual. En su interior
quedan restos de pinturas de factura popular. La cubierta es de losas.
Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (noviembre de 2019).
Fotografía 1; Fachada de una de las casas (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Iglesia de Santa Águeda (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Interior de la iglesia (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Ermita de San Vicente (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Ermita de San Marcial (Cristian Laglera)