Soliva es una pequeña aldea deshabitada situada en el
Pirineo oriental. Sus edificaciones se levantan en la caída oeste de la sierra
de San Marc, unos metros por encima del barranco de Treserra. Actualmente está
englobada en el municipio de Arén.
El acceso lo realizaremos desde la carretera N-230, con desvío en las inmediaciones de Arén, junto al barranco de San Román. Allí nace una pista de firme pedregoso que sube, sin tregua, hasta la también deshabitada localidad de Claravalls (pueblos que fueron nº 105). En Claravalls, abandonaremos la pista madre para tomar otra que nace en dirección sur, solo apta para vehículo todoterreno, y que tras tres kilómetros, nos conducirá hasta Soliva.
No hemos encontrado muchas menciones de este lugar de época medieval. Aparece en el censo de 1549 como feudo de Jorge Miguel de Erill. En 1825 abría cuatro hogares. Durante el pasado siglo XX llegó a tener un total de cinco casas abiertas, cuyos nombres eran: Casolá, Badía, Pericó, Jaume y Menal. Obtuvo censos que rondaron los 30-35 habitantes. Alcanzó el medio centenar de moradores en el año 1950, poco antes de quedar deshabitado.
Soliva es uno de los despoblados ribagorzanos más complicados de visitar y, sobre todo, de fotografiar. El motivo es la asfixiante capa de maleza que cerca todo su perímetro. Encontramos sus viviendas distribuidas sobre una ladera, repartidas en dos alturas bien diferenciadas.
En la zona más elevada del núcleo se alza la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios. Es una construcción de origen románico, del siglo XII, que sufrió importantes (y poco acertadas) reformas a lo largo de su historia. Las más importantes, posiblemente, se efectuaron durante el siglo XVIII. Es un templo de una sola nave encabezado por un ábside semicircular orientado al este. La nave se cubre con bóveda de cañón y el ábside lo hacía con cuarto de esfera. En la actualidad, su interior nos muestra un templo de cabecera plana, pues su ábside semicircular fue tabicado para adaptarlo a los nuevos gustos litúrgicos de la época, y así, de esta manera, poder decorarla con un gran retablo. Fruto de las reformas fue la extraña torre-espadaña de doble ojo que tiene soldada a su muro oeste. También las capillas laterales y el coro, situado a los pies del templo, son parte de las reformas.
Junto a la iglesia, en la parte más alta del núcleo, encontramos una arruinada y enmalezada vivienda, un par de bordas y un interesante palomar. El resto de construcciones se localizan en la parte baja. De entre lo poco que deja ver la maleza, destacan las grandes galerías de las viviendas, orientadas al sur, construidas así para recibir las caricias del astro rey. Destacaremos también las ruinas de un gran secadero sustentado por un robusto pilar central.
La agricultura fue el pilar sobre el que pivotó la pobre economía del pueblo. Solo hay que mirar a su alrededor y observar la gran cantidad de campos y tierras de cultivo que poseía.
Artículo publicado por El Cruzado Aragonés en julio de 2021
Fotografía 1; Soliva en 2013 (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Vivienda inaccesible (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Iglesia parroquial (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Cabecera (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Pilaret de Santa Valdesca, junto al cementerio (Cristian Laglera)