Soliveta es un pequeño núcleo ribagorzano deshabitado
perteneciente al municipio de Monesma y Cajigar. Sus edificaciones se levantan a
739 metros de altitud al pie de la sierra de Montirroi, unos metros por encima
del barranco de San Juan, en una zona donde manda, indiscutiblemente, el pino
de repoblación.
Podemos acceder desde la carretera N-230, continuando la pista que lleva al despoblado de Colls (pueblos que fueron nº 16). Más sencillo –y mejor pista– es intentarlo desde la localidad de Noguero, pasando enfrente de las casas Salaña y Llera, está última deshabitada, para finalmente llegar a Soliveta.
En el censo ribagorzano del año 1381 aparece como un caserío de Montañana. Poco después, año 1395, se cita como una propiedad de la familia Español, con tan solo dos fuegos. Soliveta llegó a tener un máximo de ocho casas abiertas a finales del siglo XIX. En el siglo XX llegó a abrir un máximo de siete. Fillat, Quélo, Teixidor o Sabater son algunos de los nombres que hemos podido documentar. En el año 1920 todavía mantenía 50 habitantes censados.
En la actualidad el pueblo se halla en ruina y engullido por la maleza, presentando un aspecto dantesco. Soliveta forma ya parte del bosque, y no es una exageración.
Las viviendas son hoy gigantes heridos, irreconocibles todas ellas. En nuestra primera visita, allá por el año 2007, aún pudimos fotografiar un horno de pan, un par de interesantes portadas y alguna balconada de hierro. También alguna edificación secundaria de cierto interés, además del cementerio.
En el centro del núcleo se sitúa la escuela, edificio semiderruido que solo conserva su fachada principal en pie. Precisamente de la escuela se llevaron el arco de entrada en el que había una inscripción que rezaba “PEDRO BERNIÉ, AÑO 1453″.
No muy lejos de la escuela resiste en pie, a duras penas, la iglesia románica de San Pedro, de mediados del siglo XII. Se trata del edificio más interesante del núcleo, a pesar de su estado. Penetrar a su interior no es tarea sencilla, hay que abrirse paso entre una maraña de zarzas, aliagas y otros “cariñosos” arbustos. Es un templo que sigue pautas de construcción románicas, es decir: nave única y rectangular y cabecera semicircular orientada al este. La nave se cubre con bóveda de cañón y el ábside con cuarto de esfera. La puerta de acceso, en arco de medio punto, abre al sur. Corona el hastial occidental el campanario de espadaña de doble ojo.
Soliveta fue un pueblo pobre y de escasos recursos. Su economía estaba basada en la producción de aceite. Trigo y cebada eran los cereales más habituales. También cultivaban buenas patatas y legumbres, además, disponían de una pequeña producción de vino. Gallinas y conejos no faltaban en todas las casas. Recursos insuficientes que no evitaron el abandono del núcleo a finales de los años sesenta. Y así hasta hoy.
Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en diciembre de 2021.
Fotografía 1; Soliveta (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Espadaña de la iglesia de San Pedro (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Cabecera (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Escuela de Soliveta (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Casa Llera (Cristian Laglera)
Fotografía 6; San José de casa LLera (Cristian Laglera)