Para entender el reportaje sobre el pequeño despoblado de La Sosa hay que hacer un importante ejercicio de imaginación, pues, es mucho más lo que tienes que imaginar que lo que vas a ver si, algún día, te decides a visitarlo. En esta ocasión viajamos al siempre interesante municipio de Naval, comarca del Somontano de Barbastro.
La Sosa es un núcleo devastado. Arrasado. Perduran junto al barranco de Galbano, a duras penas, tímidos restos de muros de lo que antaño, según nos transmitieron gentes del lugar, fueron las viviendas. Restos modestos de mampostería y tapial de un lugar que lleva años arruinándose en silencio y soledad. Poco hay que contar sobre sus viviendas pues poco, o más bien nada, queda de ellas.
En el nomenclátor del año 1857 aparece citado con tres viviendas. En aquellos tiempos un total de 21 habitantes las habitaban. En 1920 la misma fuente recoge un total de 6 habitantes con una sola casa. Tan solo una década después, el pueblo se “amortó”.
Aislada, a un centenar de metros a poniente de los restos de las casas, se localizan las ruinas de la ermita de San Pedro. Apenas conserva parte de sus muros laterales. Sus mampuestos nos dibujan un edificio de planta rectangular con cabecera de testero plano. Su interior se encuentra colmatado por la maleza y sus propios escombros. Junto a la ermita se halla en pequeño camposanto que nos muestra la cara más triste del despoblado: lápidas rotas envueltas entre la vegetación y huesos que alfombran el suelo que pisamos.
La Sosa es accesible desde el punto kilométrico 5.7 de la carretera A-2210, que enlaza las poblaciones de El Grado con Naval. Allí nace una pista de tierra que tras 300 metros escasos nos conducirá hasta el despoblado.
Fotografía 1; Restos de una de las viviendas (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Vestigios de una construcción (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Ruinas de la ermita de San Pedro (Cristian Laglera)